
El núcleo del Evangelio y el amor de Dios
El tema central que el pastor David Jang recalca repetidamente en sus sermones y conferencias es precisamente “el Evangelio”. Él comprende el Evangelio como todo el suceso salvador en el cual el Hijo de Dios, Jesucristo, vino a este mundo, cargó con todos los pecados y sufrimientos de la humanidad y murió; y, al resucitar, abrió el camino hacia una nueva vida para toda la humanidad. Para él, el Evangelio no es simplemente una doctrina religiosa, sino el acontecimiento decisivo que lo cambia todo, desde la historia de la humanidad hasta la dimensión cósmica.
Como punto de partida para definir el Evangelio, siempre se subraya Juan 3:16. “Porque de tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito…” Este pasaje muestra claramente que el Evangelio, por encima de todo, proclama el ‘amor de Dios’. Al mencionar este versículo, el pastor David Jang enfatiza la necesidad de reflexionar profundamente en el hecho de que, a pesar de que estábamos eternamente separados de Dios por nuestro pecado, Él nos envió a Jesucristo como un regalo absoluto de Su parte. La razón por la cual nos regocijamos en el Evangelio y sentimos a la vez una reverente humildad ante él, es precisamente la inmensidad de este amor de Dios.
Él cita con frecuencia Romanos 5:8: “Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Este pasaje significa que Dios no nos amó porque tuviésemos algún mérito. Más bien, la humanidad, estando bajo el pecado e incapaz de lograr su propia salvación, recibió a Jesucristo sin condición alguna. En este punto, el pastor David Jang señala que no debemos reducir el Evangelio a un mero ejemplo moral o un rito religioso, sino reconocerlo radicalmente como un acontecimiento de gracia. Es decir, como el Evangelio es un ‘regalo de Dios’ y no algo derivado de nuestra bondad humana o justicia, no hay lugar para que la vanagloria humana se inmiscuya.
El pastor David Jang llama al Evangelio “el acontecimiento del amor” y subraya que la cruz es el escenario concreto donde ese amor se manifiesta. El amor, cuando solo se proclama con palabras, puede tornarse vacío, pero el amor de Dios se convirtió en un ‘hecho histórico’ a través de la humillación, la muerte y la resurrección de Jesucristo. El que Jesús se despojara de sí mismo por completo, cargara con todos los pecados de la humanidad y se convirtiera en el sacrificio expiatorio, es un amor que no se puede comparar con ninguna otra forma de amor, es decir, un amor absolutamente “único”. Este amor es la esencia de la buena noticia que transmite el Evangelio.
Además, si el Evangelio es amor, el testimonio acerca de ese amor se convierte en un deber ineludible. Es decir, quien llega a conocer el hecho de que el Hijo de Dios vino a la tierra, murió por nosotros y resucitó venciendo la muerte, inevitablemente se convierte en ‘testigo’. El pastor David Jang se refiere con frecuencia al libro de Hechos para mostrar cómo testificaban los discípulos y apóstoles. Esteban, aun bajo una intensa persecución, proclamó que Jesús era el Salvador de la humanidad hasta el momento en que fue apedreado y martirizado. Pedro, tras la venida del Espíritu Santo en Pentecostés, predicó el Evangelio delante de todo Jerusalén, y Pablo viajó por tierras gentiles sin dejar de dar testimonio del Evangelio. Ellos arriesgaron sus vidas y, a cualquier costo, dieron a conocer al mundo que Jesús es “el verdadero camino de vida”.
Lo que hizo posible tal testimonio es que ellos no habían aprendido el Evangelio solo como “conocimiento”, sino que lo experimentaron como “amor”. El pastor David Jang llama a esta experiencia del amor “estar cautivado por el Evangelio”. Si el Evangelio se limitara a “entender intelectualmente quién es Jesús”, se reduciría a un conocimiento farisaico. La verdadera experiencia del Evangelio consiste en reconocer que el amor de Jesucristo ha resuelto nuestro pecado y desesperanza, transformando todo nuestro ser. Así, quienes conocen a Jesucristo se convierten naturalmente en testigos del Evangelio y reciben la misión de proclamar el “amor de Dios” a este mundo.
El pastor David Jang enfatiza que este Evangelio está disponible para todos. Independientemente de la trayectoria, la formación o la moralidad personal, la cruz de Jesucristo proclamó “el perdón de pecados y la nueva vida” a todos los pecadores. Especialmente al citar la predicación de Pedro en Hechos 2, donde se declara que “todo aquel que invoque el nombre del Señor será salvo” (Hch 2:21), confirma que el Evangelio no está reservado para una nación o grupo específico. Por tanto, el ‘amor de Dios’ al que él se refiere cruza toda barrera de etnia e idioma, trasciende los límites de la historia y la cultura, y se hace presente como gracia absoluta en la vida de todos los que padecen por el pecado.
Asimismo, él recalca reiteradamente que el Evangelio es al mismo tiempo un mensaje cósmico y también personal. Es un suceso a escala universal que alteró el destino de toda la humanidad, pero a la vez es el poder que transforma la vida y la actitud interior de cada persona. Cuando recibimos el Evangelio y creemos en él, deja de ser un simple concepto o doctrina, para convertirse en una fuerza de vida nueva que estalla en nuestro interior. Quien ha sido amado no puede sino amar, y quien ha experimentado la gracia no puede sino llevar esa gracia al mundo. Por ello, el pastor David Jang insiste en que el Evangelio es la “única esperanza” necesaria para el mundo, y que la Iglesia y la comunidad deben edificarse sobre ese fundamento firme.
Además, él presenta la exhortación de “sobrellevaos los unos las cargas de los otros” (Gálatas 6:2) como el fruto natural que ha de manifestarse entre los creyentes que siguen el Evangelio. Si el Evangelio es amor, la comunidad de aquellos que lo proclaman también debe estar llena de la alegría y la unidad del amor. Cuando Jesús declara “Yo he vencido al mundo” (Juan 16:33), no se refiere a someterlo por medio de la fuerza, sino a una victoria paradójica lograda con amor y servicio. Por lo tanto, cuando la Iglesia se aferra al Evangelio y sirve al mundo con un amor genuino, ese amor se convierte en un poderoso testimonio ante todos, enfatiza el pastor David Jang.
En conclusión, el mensaje del pastor David Jang se resume en la declaración: “La esencia del Evangelio es que el Hijo de Dios vino por nosotros, murió y, al resucitar, llevó el amor a su plenitud”. Ninguna teoría filosófica ni enseñanza ética pueden reemplazar la grandiosa historia de amor disponible para todos los pecadores de esta tierra. Eso es el Evangelio. Y todo aquel que se enfrenta a este amor y se coloca ante el Evangelio responde con una vida transformada. Éste es el primer gran acento de su enseñanza.
El pecado, la justicia y el camino del sacrificio sustitutivo (la “expiación”)
El segundo tema clave que el pastor David Jang aborda en profundidad es “el pecado, la justicia y la expiación”. Si el Evangelio es amor, ¿por qué se necesitó un sacrificio y una salvación tan radicales para la humanidad? Él responde que en el trasfondo existe el problema del pecado, algo que el ser humano no puede resolver por sus propios medios.
Ante todo, para comprender plenamente la gracia y el amor del Evangelio, debemos reconocer con claridad qué es el pecado, enseña el pastor David Jang. El pecado, que atraviesa toda la Biblia, va más allá de una simple falta moral o de la violación de normas sociales. Él se centra en la declaración de Romanos 1, donde Pablo describe el pecado como “no tener en cuenta a Dios”. La naturaleza humana, por esencia, rechaza a Dios y pretende ser su propio dueño, y este corazón rebelde ha conducido a que todo el mundo quede bajo el dominio del pecado.
A continuación, el pastor David Jang resume la repercusión del pecado con la expresión “la muerte reina”. Es decir, cuando la humanidad está sujeta al pecado, su final es la muerte. Esto no solo implica la muerte física, sino la condenación y la separación eterna. Por ende, por más buenas obras que uno haga o por más que intente cumplir la Ley, es imposible vencer por uno mismo el poder del pecado y de la muerte. La Ley únicamente expone qué es el pecado y lo pone en evidencia con mayor claridad, pero no proporciona una liberación completa de él.
Es en este punto donde irrumpe el suceso de la “expiación” llevada a cabo por Jesucristo. El término “expiación” significa literalmente que alguien paga el precio en lugar de otro, pero el pastor David Jang advierte que no debe reducirse a un concepto meramente comercial. El simbolismo del sacrificio en el Antiguo Testamento (especialmente en el ritual del Día de la Expiación descrito en Levítico 16), donde se mataba a un animal para que su sangre cubriera los pecados del pueblo, halló su realización “plena” en la cruz de Jesucristo. Es decir, todas las transgresiones, la desobediencia y la rebelión cometidas por los pecadores, junto con el castigo mortal que merecen, fueron asumidas voluntariamente por Jesús.
El pastor David Jang menciona a menudo Romanos 5:18-19 para explicar con exactitud este concepto de la expiación. Pablo enseña que, “por causa de un solo hombre, Adán, toda la humanidad quedó bajo el pecado, pero por medio de otro hombre, Jesucristo, muchos llegan a ser justificados y a tener vida”. Esta declaración es fundamental. Significa que la limitación esencial de la humanidad, que estaba encadenada al pecado sin poder liberarse, se revierte completamente de una sola vez gracias a la obediencia y el sacrificio de Jesucristo.
El pastor David Jang añade que la esencia de la expiación es el “amor”. Si enfocamos la expiación únicamente desde la perspectiva de la Ley, la imagen que obtenemos es la de un “Juez justo” que impone el castigo debido a los culpables, de modo que alguien debe pagar (con sangre) la sanción en nombre de ellos. Una forma de transacción un tanto fría. Sin embargo, la escena de Jesucristo derramando Su sangre en la cruz no se reduce a un concepto abstracto o legal de “pagar un castigo en nuestro lugar”. Es el ‘regalo absoluto’ de Dios y el ‘amor sacrificial’ que Jesús nos ofrece voluntariamente, explica el pastor. Cuando entendemos esto, comenzamos a comprender por qué el suceso de la cruz tuvo un impacto tan inmenso.
De este modo, el camino queda abierto para que el ser humano reciba este amor expiatorio y obtenga la “justicia” mediante la fe en el Evangelio. El principio de la “justificación por la fe” (la persona es declarada justa mediante la fe) que Pablo presenta en Gálatas y otros escritos, coincide perfectamente con la lógica del Evangelio que el pastor David Jang describe. Él enseña que, en el momento en que recibimos el Evangelio, dejamos de ser considerados “pecadores” ante Dios y, en cambio, somos declarados “justos”. No porque se genere en nosotros una perfección moral auténtica, sino porque Jesucristo ya ha pagado la deuda del pecado. De esta manera, se produce la “imputación de justicia”, un concepto teológico que se hace realidad.
El pastor David Jang también cita con frecuencia la expresión del libro de Hebreos: “Salgamos fuera del campamento”. En el Antiguo Testamento, el animal que cargaba con el pecado era llevado fuera del campamento para ser sacrificado, y del mismo modo, Jesucristo fue crucificado fuera de las murallas de Jerusalén, en el Gólgota, completando así el rol del “cordero expiatorio”. “Salgamos también nosotros fuera del campamento” es una invitación a participar en los sufrimientos de Jesús y a imitar el camino de la expiación.
Un aspecto clave aquí es no quedarnos en la mera comprensión intelectual del término “expiación”. El pastor David Jang subraya que la expiación es la parte fundamental del Evangelio, y por ello también debemos seguir el camino que recorrió Jesús. Al vivir el Evangelio, estamos llamados a sobrellevar las cargas de los demás, y a escoger una vida de servicio amoroso, incluso asumiendo persecución y malentendidos si fuese necesario. Ésta es la forma concreta de incorporar en nuestra vida el “amor expiatorio” de Jesús. No cambiamos el mundo con acusaciones o violencia, sino que, tal como hizo Jesús, podemos sanarlo mediante el amor y la entrega de nosotros mismos, saliendo “fuera del campamento”.
El pastor David Jang enfatiza repetidamente que la expiación queda completamente consumada cuando se vincula con la “resurrección”. Si la cruz de Jesús fue el sacrificio decisivo para cargar con los pecados de la humanidad, Su resurrección constituye la declaración definitiva de Dios, al “derrotar incluso el poder de la muerte”. Si Jesucristo no hubiera resucitado, el mensaje de la expiación se habría quedado a medias. Pero el hecho de que la resurrección sucediera de verdad demuestra el poder salvador de acabar por completo con las cadenas del pecado y la muerte y conceder una vida nueva. Mientras la expiación se refiere al perdón de los pecados, la resurrección garantiza la “vida eterna” para quienes ya han recibido ese perdón.
En conclusión, “el pecado, la justicia y el camino de la expiación” que propone el pastor David Jang forman el armazón central del Evangelio. El hombre, hundido en el pecado, no encontraba solución en la Ley, pero Jesucristo, a través de su sacrificio expiatorio y su resurrección, logró elevarlo a la posición de justo. Y quien experimenta esta justicia abandona la vida centrada en sí mismo, toma sobre sí las cargas de los demás, sale con gusto “fuera del campamento” y vive con amor y obediencia incluso en medio del sufrimiento. Aunque es un “camino de la cruz” paradójico, muy diferente de los valores del mundo, es el que, en definitiva, ofrece un verdadero poder de salvación.
La salvación y la resurrección como evento cósmico
El tercer gran tema que recalca el pastor David Jang es que el Evangelio, lejos de limitarse a la experiencia espiritual de cada individuo o a la vida piadosa de la Iglesia, es un “acontecimiento cósmico”. El nacimiento, la cruz y la resurrección de Jesucristo sucedieron en un momento histórico concreto, pero al mismo tiempo impactan en todos los ámbitos de la historia y el universo, constituyendo un punto de inflexión decisivo.
A menudo, él se refiere a Romanos 5 para ilustrar cómo el pecado se expandió a toda la humanidad por medio de un solo hombre, Adán, y cómo, asimismo, un solo hombre, Jesucristo, abrió el camino para que “todos” recibieran el perdón y fueran declarados justos. Esta afirmación insinúa que la obra de salvación de Cristo encierra un significado cósmico que afecta al destino de toda la humanidad. El pastor David Jang advierte que, si concebimos el Evangelio simplemente como una “experiencia de salvación personal” o como un “hecho milagroso particular”, estamos limitando indebidamente su envergadura.
Para dejar clara esta visión cósmica, el pastor David Jang conecta con frecuencia las profecías del Antiguo Testamento y la escena en los Evangelios de la entrada de Jesús en Jerusalén. En Daniel 7 se menciona al “Hijo del Hombre que viene en las nubes”, la figura mesiánica que, en la esperanza judía, vendría a juzgar y a reinar sobre el mundo entero. Pero cuando Jesús entró en Jerusalén, se cumplió la profecía de Zacarías 9:9, pues lo hizo “manso y sentado sobre un asno”. Así se combina la imagen de un “Rey todopoderoso” con la de un “Rey humilde que padece con Su pueblo”.
El pastor David Jang llama a esto “el modo de manifestación de Dios”. Los gobernantes terrenales exhiben su poder con carros o caballos de guerra, pero el Hijo de Dios apareció con un aspecto humilde. Él señala que, aunque para la gente del mundo esto parezca una locura y una debilidad, en realidad el plan de salvación de Dios está construido sobre esta paradoja (véase 1 Corintios 1).
Por otro lado, la crucifixión de Jesús resultó muy lamentable a ojos de la multitud. Para los romanos, la cruz era el “castigo maldito” reservado a los peores criminales, y para los judíos equivalía a una sentencia muy vergonzosa: “maldito todo el que es colgado en un madero” (Deuteronomio 21:23). Con todo, en este punto, el pastor David Jang evoca Isaías 53, que describe al “siervo sufriente” y Mesías que toma sobre sí el sufrimiento, para recalcar que la muerte de Jesús no era en absoluto una derrota o una maldición, sino la victoria redentora en la que Él cargó con todo pecado y muerte. La omnipotencia de Dios actúa de un modo inesperado en función de Su propósito de amor y salvación, de modo que la cruz se convierte en un símbolo de gloria.
El pastor David Jang hace hincapié, sobre todo, en la “resurrección”. Si Jesús solo hubiera muerto en la cruz, el carácter “cósmico” del suceso se vería debilitado. Pero, al resucitar al tercer día, Él venció la muerte y volvió a la vida. Los Evangelios muestran cómo ese acontecimiento transformó a los discípulos: del miedo pasaron a la valentía, y de la desilusión a la pasión por dar testimonio. Para él, la resurrección demuestra que el poder más universal e invencible de este mundo, la muerte, ha sido roto, y que se ha inaugurado una nueva era de vida eterna, cuyo influjo se extiende a todo el universo.
El pastor David Jang explica que durante la “Semana Santa”, conocida como Holy Week (la última semana de Jesús), se comprime todo el sentido de la historia y el cosmos. Desde la entrada de Jesús en Jerusalén el Domingo de Ramos, pasando por la Última Cena, la oración en Getsemaní, la crucifixión y, finalmente, la resurrección, se desarrolla la narrativa de la salvación que cambia el destino de la humanidad y del universo. Especialmente, la escena del Huerto de Getsemaní, cuando Jesús ora con tal angustia que su sudor se convierte en gotas de sangre, demuestra que, lejos de ser una víctima indefensa arrastrada a la cruz, Jesús escogió de manera activa el camino de la redención. Fue una batalla espiritual previa a la coronación real que habría de consumarse en la cruz y la resurrección.
Por tanto, el pastor David Jang insiste en que la muerte y la resurrección de Jesús no son un hecho menor o limitado, sino el “punto álgido” que repercute en todos los tiempos y espacios. Cuando se percibe esta magnitud cósmica, la fe deja de ser un mero ritual religioso y pasa a convertirse en una experiencia que transforma toda la existencia. Sufrimientos y desánimos, tan comunes en la vida, no pueden encerrar en la desesperación a quienes saben que Jesús los cargó en la cruz y que, con la resurrección, los venció definitivamente. Así, nacen la esperanza y la libertad.
El pastor David Jang desea fervientemente que este “suceso cósmico” de salvación y resurrección se convierta en una realidad concreta en la vida de cada creyente. En su ministerio y en su labor educativa, reitera que, si no vivimos la obra del Evangelio en nuestra vida diaria, la grandiosidad del plan cósmico de la salvación se reduce a mera doctrina o teoría. Sin embargo, si seguimos el camino de Jesús, practicando el amor y el servicio, y si nos aferramos al poder de la resurrección, ocurrirán milagros en la Iglesia y en la sociedad en general, y se evidenciará el “reinado de Dios”.
Además, la Biblia habla de “cielos nuevos y tierra nueva” (Apocalipsis 21) como la conclusión definitiva y la meta final de la resurrección. El pastor David Jang interpreta esto no solo como el cielo que disfrutaremos después de la muerte, sino como el comienzo del reinado de la vida eterna que empezó ya con la resurrección de Jesucristo. Mediante la fe en Jesús, podemos participar de la “vida resucitada” incluso ahora, mientras caminamos en esta tierra. Y, en última instancia, toda la creación entera entrará en el mundo de la salvación culminada con la segunda venida de Jesús. De esta forma, la resurrección engloba tanto la realidad presente como el futuro consumado, integrando lo que ya está realizado con lo que aún está por completarse.
En el transcurso de la Semana Santa, hasta llegar al Domingo de Resurrección, la tradición de la Iglesia ha conmemorado “la cruz y la resurrección” como tema central. El pastor David Jang describe con detalle cómo el camino a la cruz era un sendero de sufrimiento y humillación, pero que se convierte, en última instancia, en el sendero de la “gloria y victoria” a través de la paradoja. Jesús se sometió a la muerte de cruz no como un justo que se defiende, sino tomando el lugar de los pecadores, y en ese momento, el amor y la salvación de dimensiones cósmicas irrumpieron con gran poder. Todo aquel que cree y acepta este mensaje, independientemente de la época y el lugar, participa también en la resurrección con Jesús.
Además, él explica de forma práctica cómo esta fe en la resurrección debe materializarse en la comunidad eclesiástica. Si la Iglesia es el Cuerpo de Cristo, entonces la Iglesia debe ser el lugar que irradie la “vida de la resurrección” hacia el mundo. Concretamente, sirviendo y compartiendo con los pobres, alzando la voz por la verdad contra los poderes injustos y las corrientes del mundo, y amándonos y sirviéndonos mutuamente para exhibir una reconciliación y paz que el mundo no conoce. Según el pastor David Jang, tales frutos son precisamente lo que se espera de una comunidad que sigue al Cristo resucitado.
En definitiva, la salvación y la resurrección como “evento cósmico” abren el horizonte más amplio en la enseñanza del pastor David Jang. Al pecado individual, la justificación y la libertad que trae la expiación, se añade esta dimensión que reconfigura toda la historia y el universo. En reiteradas ocasiones, el pastor señala esta realidad para que no reduzcamos el Evangelio a una “doctrina religiosa” ni a un “conocimiento piadoso”, sino que lo concibamos como un gran drama en el cual participa toda la humanidad y el cosmos. Y en el centro de ese drama, está la “fuerza paradójica del amor” que revelan la cruz y la resurrección de Jesucristo. Ninguna otra narrativa o mito en el mundo puede sostener tal fuerza de vida y verdad, y en ello reside la esperanza eterna para los creyentes.
Conclusiones generales
- El núcleo del Evangelio y el amor de Dios
En esta primera parte, se relaciona el Evangelio con el amor absoluto de Dios, recalcando que la venida de Jesucristo, Su muerte y Su resurrección son un regalo para la humanidad pecadora. El Evangelio no es simplemente una enseñanza ni información, sino el poder de vida y la manifestación del amor de Dios. Cualquiera que crea y acepte este Evangelio recibe nueva vida y vive para testimoniar ese amor. - El pecado, la justicia y el camino de la expiación
Aquí se reflexiona sobre la condición pecaminosa del ser humano, que no puede escapar por sí mismo del poder del pecado y la muerte. La Ley revela el pecado, pero no puede liberarnos de él. Jesucristo, a través de Su sacrificio sustitutivo y Su sangre derramada, nos rescata del pecado y de la condenación. No debemos entender la expiación en un sentido meramente judicial, sino como la expresión del amor sacrificial de Jesús. Este hecho transforma nuestra vida, de modo que también debemos seguir el camino de la entrega y el servicio. - La salvación y la resurrección como evento cósmico
El nacimiento, la muerte y la resurrección de Jesucristo no se limitan a ser acontecimientos históricos locales, sino que reestructuran todo el cosmos y la historia. El pastor David Jang conecta las profecías del Antiguo Testamento con la crucifixión y la resurrección de Jesús para mostrar cómo Dios obra de manera paradójica para cumplir Su propósito de amor y salvación. La resurrección demuestra la victoria sobre la muerte, el mayor enemigo de la humanidad, y abre la puerta a la vida eterna. El creyente participa en este poder de la resurrección, vive transformado y anuncia el reinado de Dios, que ya ha comenzado pero que se consumará en la venida final de Cristo.
Al contemplar estos tres ejes, se comprende que el camino de Jesucristo es el camino del amor y la salvación, y que Su sacrificio y resurrección constituyen la única esperanza para todas las épocas y para todo el universo. El pastor David Jang insta a los creyentes a unirse a esta historia y a responder con conversión, fe y entrega de la vida. Por más profundas que sean nuestras pruebas y tentaciones, la vía de la cruz y la resurrección de Jesús sigue siendo la verdad y la vida. Así, nuestra vida se renueva por completo, y el Evangelio despliega su poder transformador tanto en nuestro interior como en la comunidad, e incluso impacta en el mundo entero.
En última instancia, la predicación del pastor David Jang no se centra solo en explicar “qué es el Evangelio” en términos teológicos y doctrinales, sino en cómo “vivirlo” de manera práctica. La humildad, la obediencia, el servicio, el sacrificio y, sobre todo, el amor expiatorio que Jesús modeló constituyen los valores más necesarios en este mundo y la forma en que el Reino de Dios se hace presente. El evento central es “la cruz y la resurrección”, que superan el problema del pecado y de la muerte, y abren una nueva era para la humanidad y para toda la creación, un “Evangelio cósmico”.
Este mensaje puede aplicarse a múltiples ámbitos: la liturgia y el ministerio de la Iglesia, la vida espiritual de los creyentes, e incluso el rol de la Iglesia en la sociedad. Practicar el amor de la cruz, salir juntos “fuera del campamento” y compartir el gozo de la resurrección con el mundo no es, por supuesto, una tarea fácil. Pero el pastor David Jang acentúa que Jesús ya nos ha mostrado el camino y nos ha dado el poder con Su resurrección. Por ello, quienes confían en esa fuerza y ese amor pueden desechar el temor y, aun en medio de las tinieblas del mundo, dar un testimonio firme de la verdad.
En conclusión, toda la enseñanza de David Jang puede sintetizarse en torno a ese gran tema que es el “Evangelio”, según tres perspectivas: “el amor de Dios”, “el camino de la expiación” y “la salvación cósmica”. Estos tres ejes son inseparables y convergen para conducirnos a la verdadera salvación en Jesucristo. Meditar en la encarnación del Hijo de Dios en Navidad, contemplar la cruz en Semana Santa y celebrar la victoria de la resurrección en Pascua nos recuerda, una y otra vez, que todos estos hechos conforman una única narrativa de salvación. Así se nos revela la grandeza y el asombro de la obra redentora de Dios en la historia, en el universo y en nuestra vida cotidiana.
De esta forma, el Evangelio, a pesar del pecado y la limitación humana, nos permite conocer el carácter de Dios, que ama al pecador hasta el fin, y nos impulsa a formar una comunidad que, a ejemplo de ese amor, sale al mundo para servir a los demás. La expiación trasciende la imagen de un juicio y un castigo, confiriéndonos la condición de hijos de Dios y el regalo de la libertad y la dicha verdaderas. El acontecimiento cósmico de la salvación y la resurrección va más allá de la problemática individual y muestra el plan de Dios para todo el mundo. Quienes participan de él viven ya en una “nueva era” y anhelan la plenitud futura.
Al reunir todas estas perspectivas, descubrimos que el mensaje del Evangelio proclamado por el pastor David Jang no es mera teoría, sino “Palabra viva” que puede transformar todos los ámbitos de la existencia humana. La razón por la cual necesitamos el Evangelio es que la historia y el cosmos carecen de la capacidad de salvarse a sí mismos. Solo con la encarnación, la muerte y la resurrección de Jesucristo, el Hijo de Dios, se abrió el camino para vencer el pecado y la muerte, y a todo aquel que transite ese camino se le promete la vida y la victoria eternas. Este es el corazón del Evangelio que el pastor David Jang proclama de forma incesante, y la mayor invitación y regalo para todos nosotros.