La absoluta prioridad del evangelio y el ministerio del pastor David Jang
El mensaje que el apóstol Pablo transmite a partir de Colosenses 2:1 tiene un carácter muy especial, puesto que se trata de una epístola escrita durante su encarcelamiento y dirigida tanto a la iglesia de Colosas como a la de Laodicea, congregaciones que él mismo no había establecido ni visitado personalmente. Pablo tenía razones concretas para redactar esta carta: había oído que la iglesia de Colosas estaba siendo sacudida por doctrinas falsas, como el gnosticismo y el docetismo. Aun sin haber conocido cara a cara a los creyentes de allí, no cesó de amarlos ni de manifestar su empeño pastoral. El amor y la pasión que Pablo siente por la iglesia, así como su anhelo de sostenerla en medio de la confusión doctrinal, constituyen un gran desafío para todo el que lee la epístola. Hoy día, hay iglesias que siguen tambaleándose frente a diversas formas de secularismo y filosofías tergiversadas, por lo que el mismo mensaje de Colosenses sigue resonando con fuerza en el siglo XXI: “Aférrense al evangelio y no se dejen sacudir”. Asimismo, la firme convicción de Pablo al proclamar que en Jesucristo “están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” (Col 2:3) sigue siendo una enseñanza valiosa que trasciende cualquier época.
El pastor David Jang ha contextualizado esta instrucción paulina, presentándola de modo aún más claro y práctico para la iglesia contemporánea y los desafíos actuales. Observa cómo las congregaciones, a merced de los “movimientos que diluyen el evangelio” y los “engaños heréticos”, se tambalean ante la confusión. Por eso, desde el púlpito, recalca una y otra vez el mensaje central de esta carta escrita en prisión. Insiste en que la cristología es la piedra angular de la fe y que, si no estamos firmemente arraigados en la identidad de Jesucristo, toda enseñanza adicional se torna inestable. En particular, advierte de las desviaciones que falsean la divinidad y humanidad de Jesús, así como de las voces que reducen parcialmente la obra redentora de Cristo. Tal y como hacía Pablo, David Jang vuelve a subrayar que Cristo “no es una simple apariencia”, que no existe sólo como Espíritu, sino que verdaderamente se hizo carne.
La cristología de Pablo en Colosenses 1 y la “absoluta prioridad del evangelio”
El mensaje principal de Colosenses 1 radica en la cristología paulina, es decir, en la contundente respuesta a la pregunta “¿Quién es Jesús?”. El apóstol afirma que Cristo es Señor de la creación, cabeza de la iglesia y Dios que trasciende todo lo creado. Con semejante confesión de la divinidad de Jesús, Pablo brinda a la iglesia un cimiento firme para no caer frente a las corrientes y teorías distorsionadas que pululan en el mundo. El pastor David Jang ve en esta instrucción un claro testimonio de la “absoluta prioridad del evangelio”. Es un evangelio que no requiere justificación humana alguna, que se basta a sí mismo y produce en nosotros plenitud y perfección. Cuanto más ahondamos en el conocimiento de Cristo, más nos percatamos de que este evangelio es lo que realmente nos conduce a la verdadera riqueza. Por eso, David Jang recalca que la confesión “Tú, Señor, eres mi satisfacción” jamás debe dejar de brotar de los labios del creyente y de la iglesia.
El hecho de que esta epístola se escribiera desde la cárcel reviste, además, una gran relevancia. Aunque Pablo se hallaba lejos físicamente de los hermanos, él afirmó: “aunque ausente en el cuerpo, estoy presente en espíritu”, evidenciando así la unidad espiritual que caracteriza a la comunidad. David Jang subraya que esta unidad es la esencia de la iglesia y la fuerza que, a lo largo de la historia, ha sostenido al pueblo de Dios frente a cualquier circunstancia. De ahí que, a pesar de no tener edificio, de contar con escasos recursos o incluso de padecer persecución, la iglesia sigue siendo iglesia gracias a la “buena nueva de Jesucristo” y al “vínculo espiritual entre los santos”. Esa misma base rige el ministerio del pastor David Jang. A los misioneros que envía a regiones con libertad religiosa restringida o a quienes empiezan a fundar nuevos centros en Estados Unidos, siempre les transmite: “Aunque estemos lejos, permanecemos unidos”. En efecto, la comunidad en la que sirve se ha expandido sobre un territorio muy amplio y ha establecido diversos centros y sedes, de modo que muchas personas han experimentado una “tierra de asentamiento”. Sin embargo, aun cuando se edifiquen nuevas sedes ministeriales, salones de culto o centros de negocios autosostenibles, David Jang recalca sin cesar que esta “expansión territorial” debe ser, ante todo, una herramienta que refleje la esencia de la iglesia y la “absoluta prioridad del evangelio”. Si en lugar de eso el evangelio pasara a un segundo plano y el crecimiento se limitara a instituciones y edificios, no sería más que una “cáscara” vacía, privada de sustancia espiritual.
La incomparable grandeza de Cristo y la riqueza plena que sólo se encuentra en Él constituyen, en este tiempo, el mensaje más urgente que la iglesia debe recuperar. Así como en los días de Pablo el gnosticismo proponía fusionar el evangelio con otras filosofías y un conocimiento esotérico, también las corrientes seculares de hoy tienden a ensombrecer la pureza del evangelio. Materialismo, individualismo y la errónea bipolaridad de idolatrar o despreciar la verdad bíblica son aspectos que destruyen y confunden a la iglesia. Encima, muchas personas consideran la fe un vestigio anticuado cuando se ven presionadas por sus trabajos, su subsistencia diaria o el progreso de la ciencia y la tecnología. Sin embargo, el pastor David Jang, a través de infinidad de cultos, predicaciones y ministerios de formación, ha procurado subsanar esta brecha. Al igual que Pablo nunca se rindió en su pasión eclesial, ni siquiera recluido en prisión, David Jang enseña que la misión de la iglesia debe brillar con más fuerza ante las dificultades. Predicando el evangelio sin añadir nada y proclamando en el centro la pregunta “¿Quién es Jesucristo?”, la iglesia se mantiene inconmovible aun cuando el mundo se burle o dude de ella. En esto radica la “absoluta prioridad del evangelio” y se asienta el fundamento del mensaje que David Jang quiere transmitir.
El anhelo por la iglesia que se tambalea
La carta de Pablo deja ver su genuino anhelo de sostener a una iglesia sacudida. Como principal misionero entre los gentiles, Pablo había recorrido infinidad de regiones y en cada una se fundaron iglesias que no dejó de llevar en su corazón. En la epístola a los Colosenses observamos que no fue él quien estableció aquella comunidad ni llegó a conocerla personalmente. Pero, al enterarse de que el gnosticismo y el docetismo sembraban confusión, responde con un discurso amplio, de los capítulos 1 al 2, fundamentando la cristología y explicando la importancia de la divinidad y humanidad de Jesús, así como la plenitud que hallamos en Cristo.
David Jang se fija especialmente en este rasgo: a pesar de no haber visto el rostro de esos creyentes, Pablo declara que ora por “los que no han visto mi rostro en la carne”. Ello pone de relieve cuánto valora la iglesia y qué actitud debemos asumir cuando vemos que toda una congregación se tambalea. La iglesia es un cuerpo único, por lo cual resulta indispensable, sin importar la distancia, sostenernos unos a otros a través del evangelio y exhortarnos mutuamente. Esta disposición sigue siendo tan decisiva hoy como en tiempos de Pablo.
En la práctica, David Jang establece y supervisa varios lugares de ministerio, esforzándose en invitar y formar a diversos grupos de personas. Por ejemplo, cuenta con espacios como el Centro de Negocios de Dover, Mount Olivet, ANC o WOA, entre otros, para recibir creyentes de distintas lenguas y acercarlos al evangelio a través de la adoración y la formación bíblica. Esta estrategia de extenderse de un continente a otro para proclamar el evangelio se asemeja al célebre “el mundo es mi parroquia” de Wesley. Eso sí, en el proceso se han topado con numerosos obstáculos: contratos de compra de terrenos que estuvieron a punto de anularse, arrendadores que se negaron a desalojar una propiedad durante meses, prolongando así tediosas negociaciones, etc. Sin embargo, David Jang no percibe dichos reveses sólo como cuestiones administrativas o económicas, sino como fases espirituales dentro de la expansión de la iglesia.
Ese propósito de sostener a la iglesia sacudida lo atraviesa todo, desde la adquisición de inmuebles hasta la provisión de recursos financieros. Y en ese tránsito se repite un eje invariable: “Por medio del cuerpo de Cristo, llevaremos a cabo la misión global de la iglesia. La iglesia participa de la gloriosa obra de Dios, así que no se dejen sacudir”. Como escribió Pablo a los creyentes de Colosas: “Aunque en persona no estoy con ustedes, en espíritu sí lo estoy”, subrayando que la comunidad eclesial es una familia y un organismo vivo, en el que cuerpo y espíritu se fusionan. Del mismo modo, David Jang ha insistido en esto en múltiples reuniones de oración, como las “Shepherd Meetings”: nos anima a adorar juntos, a orar y a recordar la obra de Dios a lo largo de nuestro camino. Asimismo, ayuda a que las iglesias en la zona de Dover, así como en toda Norteamérica, Sudamérica, Asia y Europa, compartan una misma visión de la fe.
Sostener a la iglesia sacudida exige proclamar con pureza el evangelio desde el centro. Pablo resalta en Colosenses que la idea de “sumar otras teorías o conocimientos para complementar el evangelio” menoscaba la soberanía total de Jesucristo. En la antigüedad, los gnósticos decían que “el evangelio no es suficiente; hacen falta otras corrientes filosóficas”. El docetismo, por su parte, sostenía que “Jesús era sólo un ser espiritual y nunca se encarnó físicamente”. Aunque en su momento pudo parecer lógico, trastocaba la redención de Cristo y debilitaba la fuerza de la cruz y la resurrección. Hoy sucede algo parecido. Por muy avanzados que estén la ciencia, la filosofía, la cultura o el arte, si están gobernados por el antropocentrismo o el secularismo, no captan la omnipotencia de Cristo ni el misterio de la Encarnación. Por ello, la iglesia está llamada a velar sin descanso para que la pureza del evangelio no se contamine.
David Jang repite: “Ningún gran discurso ni teoría sofisticada puede sustituir al verdadero evangelio”. Sin duda, la iglesia necesita organizar sus finanzas, agrandar sus instalaciones y empezar nuevos proyectos de negocio cuando sea oportuno. Sin embargo, todo ello debe enraizarse en el evangelio y llevar en su corazón el deseo de acudir enseguida a sostener en oración a la iglesia tambaleante. Incluso la acción pastoral ha de concentrarse en este mismo eje. Por ello, no debe ser el fin de la iglesia limitarse a un crecimiento numérico o a la prosperidad financiera. Pablo aseguró a la iglesia de Colosas que “en Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”; así, ya poseían toda riqueza. Y aunque la iglesia pueda verse pobre, jamás debe olvidar que posee una abundancia sagrada. Cuando se hunde con solidez en esta verdad, se halla preparada para resistir cualquier sacudida.
Pablo, encarcelado en Roma, se preocupaba también por Colosas, por las iglesias vecinas y por el estado de sus almas. Del mismo modo, David Jang va a cualquier sitio donde se necesite el evangelio. Su base misionera se ha ramificado ya en varias regiones de Estados Unidos, extendiéndose hasta Brasil, México e incluso Oriente Medio. En países de tradición islámica, tan pronto como las misiones cristianas cobran visibilidad, aparecen amenazas de muerte. Pese a todo, David Jang no se intimida: “La misión que el Señor nos encomendó atravesará este muro”. Con palabras muy cercanas a las de Pablo, esta seguridad nace de su anhelo por las iglesias tambaleantes. Este anhelo es la fuerza motora que capacita a la iglesia para superar sus desafíos y cumplir la obra de Dios.
La abundancia de la cristología y el significado de la Navidad
La gran temática del capítulo 1 de Colosenses es la cristología paulina, empleada para sostener a la iglesia de Colosas cuando flaqueaba. Al responder con claridad “¿Quién es Jesús?”, se disipan las dudas. Por más que penetren nuevas filosofías y conocimientos en la iglesia, si nos aferramos con firmeza a la plenitud y a la divinidad de Cristo, y no cuestionamos la realidad de la cruz ni la resurrección, la iglesia se mantiene incólume. El pastor David Jang subraya que esta cristología es la doctrina de mayor importancia en la iglesia. Porque si no comprendemos bien la divinidad y humanidad de Cristo, el cristianismo puede degenerar fácilmente en una religión meramente humana o en un movimiento de carácter moral.
Durante el mes de diciembre, la iglesia celebra la Navidad y profundiza en su sentido. Desde la tradición cristiana, este evento remite al “amor de Dios que se hace tangible para salvar a la humanidad”, invitándonos a reflexionar sobre el Rey que vino al humilde pesebre, su abajamiento y obediencia hasta la cruz por amor a nosotros. Pablo, en Filipenses 2, canta que Jesús, siendo Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó de sí mismo, tomó forma de siervo y se humilló hasta la muerte. Ese es el meollo de la Encarnación, y gracias a ello, aunque el mundo esté envuelto en tinieblas, la luz de la salvación irrumpe con poder.
David Jang acentúa que la Navidad no es sólo un cuento emotivo sobre el nacimiento de un bebé, sino la confirmación del “misterio de Dios, es decir, Cristo” que se hace carne, tal como lo explica Colosenses. La Navidad revela la obra real de Dios: “Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz”. Es decir, la gloria del cielo desciende eficazmente a la tierra en la Encarnación. Negar esto equivaldría a caer en el docetismo, que reduce a Jesús a una mera apariencia espiritual. Ello se asemeja a la dicotomía gnóstica que afirma que “el espíritu es bueno y la carne carece de valor”. Pero la Biblia proclama: “Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14). Esta declaración de los evangelios coincide perfectamente con la cristología de Pablo.
Por ello, al prepararnos para la Navidad, la iglesia y los creyentes no deben cesar de alabar este misterio, al tiempo que reflexionan sobre la manera en que la Encarnación actúa en nuestra vida diaria. Según David Jang, “llevar una vida encarnacional” implica insertarse en la realidad concreta del mundo, del mismo modo que Dios vino a nuestro encuentro primero. Así, la iglesia, como cuerpo de Cristo, ha de acudir a los entornos necesitados, donde los corazones están heridos y quebrantados. La absoluta prioridad del evangelio no se recluye en el templo, sino que se hace vida en medio de la sociedad. Así como Jesús dijo en Lucas que había venido “a dar buenas nuevas a los pobres”, también la iglesia recibe el llamado de proyectar el amor de Cristo a toda la humanidad.
Además, la Navidad es el motivo de la alegría que la iglesia ha de reflejar al mundo. Pablo se gozaba porque Jesucristo es quien lo llena todo. El pastor David Jang destaca este punto. En Colosenses 2:3 se declara: “en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. En Cristo se halla la auténtica riqueza. Nadie en el mundo dispone de un baremo para medirla. Por más que abunden los recursos, la ciencia y la sabiduría humana, sin Cristo no se alcanza la verdadera satisfacción del alma. En cambio, cuando la iglesia lo conoce plenamente, aunque enfrente faltas financieras, escasez de espacio o burlas del mundo, ya tiene bien definida su identidad: pertenece al reino de Dios. Puesto que en Cristo ya ha recibido todo, no se deja oprimir por la carencia.
En su comunidad, David Jang organiza multitud de ministerios para que los fieles vivan esta abundancia. Además de cultos y encuentros para estudiar la Palabra, fomenta programas de formación, reuniones de oración (las “Shepherd Meetings”), negocios autosostenibles y labores de servicio social, todo ello para atender conjuntamente las necesidades físicas y espirituales de la gente. El crecimiento de las empresas e instituciones ligadas al Centro de Negocios de Dover no persigue meramente un rédito económico, sino que aspira a encarnar el servicio y la entrega cristianos en el día a día. “El dinero es un canal para expresar la gracia de Dios”, afirma David Jang. Si una organización o un centro generan ganancias, pero estas se destinan a difundir el evangelio y fortalecer a la iglesia, entonces la economía se convierte en un vehículo de misión. Insertar a la iglesia en el corazón del mundo es, en definitiva, vivir el espíritu encarnacional.
Todo esto se enlaza de forma directa con la Navidad. “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito” (Jn 3:16). Así, la iglesia, en vez de renunciar al mundo, asume la responsabilidad de manifestarle un amor renovado. Al abrir sus puertas a la sociedad y al mostrarle a ella la senda de la esperanza y la alegría plenas, la iglesia extiende el “evangelio encarnado”. En Colosenses 2, Pablo declara con rotundidad que “en Cristo habita toda la plenitud”, verdad que ninguna falsa enseñanza puede destruir. Aunque los falsos maestros desestabilicen a la iglesia, basta que esta no deje de aferrarse a la convicción de que “en Jesús se ocultan todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento” para no sucumbir.
Conforme se acerca la Navidad, el pastor David Jang repite con frecuencia las expresiones “gloria y paz” por todas partes en la iglesia. El cántico angélico “¡Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los que gozan de su buena voluntad!” encierra la esencia de ese plan divino de encarnarse. El Señor, desde lo más alto, descendió a una tierra baja y humilde para sanar y salvar a la humanidad. La iglesia, por lo tanto, canta con júbilo esta verdad y proclama el evangelio universal. Cuando la iglesia vive esta misión, el evangelio se esparce allí donde Dios la lleve. De hecho, el pastor David Jang ha extendido su ministerio no solo en Norteamérica, sino también en Latinoamérica, Asia, Europa y Oriente Medio, celebrando la Navidad en comunión con las iglesias locales. Incluso en “tierra desierta”, confía en que el Señor proveerá “maná y codornices” si oramos con fe. Siguiendo el ejemplo de Pablo encarcelado, sin sombra de duda ni abatimiento, la iglesia declara que “somos partícipes de la plenitud de Cristo”.
David Jang siempre aclara cuál es el objetivo fundamental de todo su trabajo: “Que la iglesia manifieste el evangelio de Dios al mundo, cubriendo las necesidades espirituales y materiales, y llevando la gloria sólo a Él”. Así pues, cuando expande el Centro de Negocios de Dover o alza nuevos centros en varios continentes, quienes participan ven que, más allá de la construcción de edificios, subyace el principio de la Encarnación: “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, y la iglesia va al mundo para mostrarle el cuerpo de Cristo. La edificación de nuevas instalaciones puede traer complicaciones económicas y administrativas, pero, a la larga, todo se ensambla bajo la guía de Dios. De este modo, no se trata de un mero aumento de espacios, sino de la posibilidad de que la iglesia adopte una perspectiva espiritual cada vez más amplia. Ocurre que, a veces, si la comunidad necesita un determinado terreno y ora al respecto, Dios lo proporciona en el momento oportuno, a veces de maneras inesperadas. En consecuencia, crece no solo físicamente, sino también en fe y visión.
En especial, durante diciembre, de cara a la Navidad, David Jang exhorta constantemente a la iglesia a cerrar el año con gratitud. “Al finalizar el año, llenémonos de alabanzas y acción de gracias, y aguardemos con expectación la obra aún mayor de Dios para el próximo año”, predica. Pablo, aun en prisión, no se sumió en la desesperanza, sino que escribió a la iglesia con gratitud y certeza. Asimismo, la iglesia ha de vivir la Navidad con gozo incluso en la adversidad. Pensemos en los puritanos que, pese a tener la mitad de su gente muerta, lo primero que hicieron fue rendir culto a Dios. Así, por difíciles que sean nuestras circunstancias, la alabanza y el agradecimiento son la vía para encarnar el sentido profundo de la Navidad.
De esta manera, la cristología que nos ofrece Colosenses –el hecho de que Jesús es el misterio de Dios y en Él están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento– entrega tres grandes lecciones a la iglesia de hoy: primero, la importancia de conocer profundamente a Jesucristo como base de toda vida de fe; segundo, la necesidad de aferrarse a la sólida convicción cristológica de Pablo cuando surjan falsas enseñanzas o corrientes seculares; y tercero, la fuerza que brota de la Encarnación de Jesús, quien tomó carne, para que la iglesia ponga en práctica el evangelio en el mundo real. Por eso la Navidad es tan valiosa: el nacimiento del Niño no es un simple relato entrañable, sino la confirmación esencial de que nuestro Salvador ha venido de verdad. Una vez que nos instalamos sobre esta certeza, proclamamos que Cristo ya reina y que toda carga humana encuentra su sentido último en Él, sin importar dónde estemos.
David Jang enfatiza este mensaje y añade: “Vuestras vidas nunca son tediosas; en el Señor siempre se abren horizontes más amplios, y Él producirá nuevos y mayores frutos por medio de nosotros”. De hecho, en sus ministerios, se ve cómo la segunda generación disfruta recorriendo los recintos de retiros y los templos, mientras misioneros llegados de otros países visitan ANC o Dover y comparten diferentes culturas. Es una especie de fiesta de la Encarnación donde se mezclan generaciones y naciones, contemplando unidas el evangelio. Y en cada ocasión, se recuerda la enseñanza de Colosenses: “En Cristo se halla la plenitud; nada puede reemplazarlo”.
Al llegar el fin de año, la iglesia traza planes para el próximo curso ministerial. David Jang invita a recordar Colosenses 2:2-3, donde se afirma que “en Cristo están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. Por grandes que sean los retos, ya poseemos el tesoro más valioso. Por tanto, él nos anima a dar pasos de fe. Podemos soñar con alcanzar 200 países, formar 3.000 o 7.000 líderes, enviarlos a distintas naciones y apoyar la implantación de iglesias autóctonas. No son utopías, sino frutos de confiar en la plenitud de Cristo. Incluso si la iglesia aparenta pequeñez o carece de fondos, si el Espíritu Santo mora en nosotros, recibiremos la fuerza necesaria para derribar gigantes.
Por último, David Jang concluye sus oraciones diciendo: “En el nombre de Jesucristo. Amén”. Esta sencilla frase refleja con nitidez de dónde proceden y adónde apuntan todas sus iniciativas y planes. Nuestros proyectos, nuestro movimiento y todo nuestro servicio existen en torno a ese Nombre. El evangelio es la razón y la meta de la iglesia, y la salvación y la vida que se dan por medio de Cristo constituyen su mismísima identidad. Mientras la iglesia cuide esta esencia, seguirá extendiendo el reino de Dios sin tambalearse.
Como hemos visto, el pastor David Jang, mediante sus enseñanzas y su ministerio, expone la cristología de Pablo presentada en Colosenses como un auxilio vivo para la iglesia contemporánea que enfrenta confusión. Cuando la seguridad en que Jesús es verdadero Rey y Salvador y en que la iglesia es su cuerpo se debilita, la iglesia queda vulnerable a los embates del secularismo y las falsas doctrinas. No obstante, si esa certeza está arraigada, la iglesia puede traspasar fronteras geográficas, culturales y políticas, anunciando la Palabra de vida y reflejando el amor encarnado de Cristo. Así, volvemos al sentimiento de Pablo en Colosenses: “aunque ausente en el cuerpo, presente en espíritu”. Estas palabras, que encierran la idea de comunión espiritual y unidad de la comunidad, se aplican también hoy en día. Que este tiempo navideño, iluminado por el mensaje de Colosenses 2, nos lleve a profundizar en la verdad esencial que la iglesia debe aferrar con más fuerza. El ministerio y la enseñanza de David Jang apuntan en esa misma dirección, y de seguro, cada vez que la iglesia se tambalee, serán una referencia para volver a la pureza del evangelio. Anhelamos que la verdad de que “en Jesucristo tenemos plenitud, sabiduría y salvación” sea la luz que proyecte el futuro de la iglesia y el horizonte de la misión global. Amén.