El camino de la salvación – Pastor David Jang

I. La relación entre la Ley y el Evangelio, y el mundo de la gracia que se abre por la fe

Antes de exponer Romanos 4, el pastor David Jang subraya la importancia de prestar atención a Romanos 3:31. Cuando Pablo pregunta: “¿Invalidamos, pues, la ley por medio de la fe? ¡De ninguna manera!”, deja sentado un fundamento para disipar la controversia sobre la relación entre la Ley y el Evangelio. Esto no significa que, por el Evangelio, la Ley se vuelva completamente inservible; más bien, el Evangelio “cumple” y “perfecciona” la Ley. Partiendo de esta comprensión, se puede ver con claridad todo el capítulo 4 de Romanos. El pastor David Jang señala que Pablo se esfuerza en dejar claro este punto: si se compara la Ley con un triángulo pequeño, el Evangelio sería un triángulo mayor que lo incluye; si la Ley es un círculo pequeño, el Evangelio es un círculo más grande que lo abraza. Es decir, la Ley no queda anulada, sino que su significado esencial se cumple dentro de un marco de gracia mayor, que es el Evangelio.

Bajo esta perspectiva de que el Evangelio abarca la Ley, el pastor David Jang enfatiza que tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento muestran la misma gracia salvadora de Dios, cada uno en su forma particular. Ya en el Antiguo Testamento se registran innumerables ocasiones en las que la salvación se da “por la fe” y por la gracia de Dios; es el mismo Dios quien obra de manera constante a lo largo del Antiguo y del Nuevo Testamento. Pablo, precisamente, aborda este tema en Romanos 4 al presentar los ejemplos de Abraham y David. Sin embargo, a menudo, muchos que exponen la Carta a los Romanos pasan rápidamente por el capítulo 4 o lo consideran “un capítulo dirigido a los judíos” y se van directamente al capítulo 5. Pero el pastor David Jang destaca la importancia de observar por qué Pablo dedica todo un capítulo a hablar de Abraham y David, así como del tema de la circuncisión y la Ley. En el trasfondo se halla la profunda preocupación y el celo de Pablo por sus compatriotas judíos, quienes entendían de manera errónea la relación entre la Ley y el Evangelio de la gracia; Pablo anhelaba en gran manera aclararles este asunto.

Un punto en el que el pastor David Jang hace hincapié es en la confusión que existía entre algunos judíos, quienes pensaban: “¿No quedará anulada la Ley al recibir el Evangelio?”. Pero Pablo subraya que no existe contradicción alguna entre la Ley y el Evangelio. Más bien, la Ley alcanza su propósito en el momento en que se cumple, y es entonces cuando el Evangelio se manifiesta en todo su significado. El Evangelio no excluye la Ley, sino que la lleva a su fin, es decir, cumple su propósito original: hacer que la gente tome conciencia de su pecado, revelar que el ser humano no puede alcanzar la justicia de Dios por sí mismo, y conducir finalmente a Cristo. Por lo tanto, la enseñanza de que uno es justificado por la fe no es una doctrina que surgió de repente en el Nuevo Testamento, sino la misma forma de salvación que Dios había manifestado consistentemente en el Antiguo Testamento. Romanos 4 enfatiza justamente este punto.

Dos personajes cruciales en la historia de Israel son Abraham y David. El pastor David Jang explica que es muy preciso el motivo por el cual Pablo los escoge y los presenta como ejemplo. Abraham es el “padre” del pueblo judío, tanto en sentido genealógico como en sentido espiritual. David, por su parte, representa la culminación de la monarquía en la historia de Israel y es a la vez figura mesiánica. En Lucas 16 se narra la parábola en la que Lázaro muere y es llevado al “seno de Abraham”, lo cual refleja cuán sumamente honorable consideran los judíos a Abraham como ancestro. David, además, escribió gran parte de los Salmos y fue el rey que prefiguró la línea mesiánica de Jesús. De hecho, el Evangelio de Mateo comienza con las palabras: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mateo 1:1). Así, al hablar de Abraham (versículos 13 y siguientes) y de David (versículos 6–8) en Romanos 4, Pablo está tomando a “los dos gigantes con mayor autoridad entre los judíos” para explicar la verdad del Evangelio, según comenta el pastor David Jang.

La pregunta que plantea Pablo es la siguiente: “¿Cómo fueron elegidos Abraham y David ante Dios y declarados justos?”. La respuesta es que todo se debió únicamente a la gracia de Dios y a la fe. Pablo muestra que no se trata de una verdad surgida de pronto con la llegada del Evangelio, sino de la misma obra salvadora de Dios que ya operaba en tiempos del Antiguo Testamento. El pastor David Jang explica la lógica de Pablo: “Si antes de la Ley Abraham ya fue contado como justo por su fe, y si David, tras arrepentirse de su pecado, escribió en los Salmos: ‘Bienaventurado aquel a quien se le perdona la transgresión’, ¿no es esto el fundamento mismo del Evangelio?”.

En Romanos 4:1–3 se resalta el ejemplo de Abraham. Pablo afirma que Abraham no tenía nada de qué jactarse en la carne, recordando que era hijo de Taré, un vendedor de ídolos, y que no tenía ningún mérito por linaje o cualificación humana delante de Dios. El pastor David Jang señala que esto sirve para mostrar con fuerza que el hombre, en esencia, es pecador y no puede ser salvo sin la gracia de Dios. En Génesis 12, cuando Abraham obedece el mandato divino de dejar su tierra, su parentela y la casa de su padre, esto no se considera un mérito humano, sino el acto de fe que nace de creerle a Dios. De ahí que la Escritura señale en Génesis 15:6: “Y creyó a Jehová, y le fue contado por justicia”. Esto muestra que ya antes de la Ley estaba presente la “justicia por gracia”.

El pastor David Jang añade que “al que trabaja, el salario no se le cuenta como gracia, sino como deuda; pero bienaventurado aquel que, sin haber hecho obra alguna, recibe por la fe la declaración de ser justo por parte de Dios, pues experimenta verdaderamente la bendición de la gracia”. Este principio se ilustra en la parábola de los obreros de la viña (Mateo 20) o en la historia del publicano Mateo convirtiéndose en discípulo de Jesús (Mateo 9). Los fariseos, que se tenían por justos y creían cumplir la Ley desde temprano, no supieron comprender la gracia total de Dios y más bien reaccionaron con descontento. Por otro lado, el publicano, pecador, cuando se arrepintió, experimentó la sorprendente gracia de Dios. El pastor David Jang comenta que estas historias describen la paradoja que Pablo expone: el peligro de la “fe basada en méritos por obras” y la dicha de la “salvación por gracia”.

Al profundizar en este tema, aparece la cita del Salmo 32 (Romanos 4:6–8) relativa a la confesión de David. Aun cuando David cometió un grave pecado al tomar a Betsabé y matar a Urías, al arrepentirse, Dios cubrió su pecado. “Bienaventurado aquel a quien sus transgresiones son perdonadas y cuyos pecados son cubiertos”. David no se salvó por ser justo en sí mismo, sino únicamente por el amor y la gracia de Dios que cubrieron su pecado. Pablo cita el Salmo 32 para subrayar: “¿No ves que David mismo ya experimentó esta gracia? Más allá de los sacrificios del culto en el Antiguo Testamento y de la observancia de normas, el hecho de confesar el pecado y recibir el perdón de Dios es la verdadera esencia a la que apunta el Evangelio, ¿acaso los propios judíos no lo saben?”.

Pablo resalta asimismo que Abraham fue declarado justo no después de la circuncisión (la cual recibió a los 99 años), sino antes de recibirla (aprox. a los 75 años). El pastor David Jang explica que este hecho resulta un golpe decisivo contra el pensamiento judío que consideraba la circuncisión como “requisito para la salvación”. El que Abraham sea padre de la fe no se debió a un mérito carnal, a un linaje específico o a un rito, sino a la declaración de justicia que recibe de Dios solamente por la fe. Así, Pablo demuestra en Romanos 4 que la salvación no se basa en méritos derivados de la Ley ni en supuestas ventajas por sangre, sino en la gracia de Dios que se recibe por la fe en Jesucristo. El pastor David Jang recalca que este es el núcleo del argumento de Pablo, quien combina magistralmente su formación en la Ley, su experiencia mesiánica y su corazón pastoral para convencer a sus oyentes.

En resumen, la Ley expone el pecado y demuestra que el ser humano nunca puede presentarse justo ante Dios. Pero el Evangelio asume esa culpa y ese peso a través de la cruz y la resurrección de Jesucristo, para ofrecernos “gratuitamente la justicia”. Cuando Pablo dice: “La ley produce ira; pero donde no hay ley, tampoco hay transgresión” (Romanos 4:15), está aludiendo a esta misma idea. El pastor David Jang señala que la Ley hace más consciente el pecado, ata la existencia humana bajo sus estrictas demandas y provoca “maldición” y “condenación”. Sin embargo, cuando Jesucristo asume esa carga en nuestro lugar, entonces somos liberados. Por ello, a lo largo de Romanos 4, Pablo va mostrando la relación entre Ley y Evangelio para concluir que la justicia que viene por la fe es el camino de gracia abierto para todos.

II. La fe mostrada por Abraham y David: el testimonio de la “gracia” en el Antiguo Testamento según el pastor David Jang

El pastor David Jang señala que Romanos 4 no se limita a enumerar conceptos teológicos, sino que, a través de dos figuras sobresalientes del Antiguo Testamento —Abraham y David—, Pablo demuestra que la gracia de Dios ya había estado operando. Estos dos personajes, venerados y respetados por todo el pueblo de Israel, evidencian una verdad central que enlaza el Antiguo y el Nuevo Testamento: ambos fueron justificados no por obras, sino por fe.

En el caso de Abraham, su fe se caracteriza principalmente por la “confianza en el Dios que da vida a los muertos”. En Génesis 15, Dios le promete a Abraham: “Así de numerosa será tu descendencia como las estrellas del cielo”. Sin embargo, la realidad era que Abraham ya tenía casi cien años y Sara, su esposa, estaba estéril desde hacía tiempo. Humanamente, el panorama era desesperanzador. Aun así, Abraham se mantuvo firme en la promesa de Dios; el pastor David Jang interpreta esto como una anticipación de la “fe en la resurrección”. Como dice Romanos 4:17–19, Abraham “esperó contra toda esperanza”. Finalmente, Sara concibió y dio a luz a Isaac, y de ahí se multiplicó su descendencia como las estrellas del cielo y como la arena del mar. Pablo ve en este hecho la demostración de que “Dios llama las cosas que no son como si fuesen, y resucita a los muertos”.

Aún más, cuando Dios le pidió a Abraham que ofreciera a Isaac en sacrificio, Abraham respondió creyendo que “Dios mismo se proveería” del cordero. La historia de Génesis 22 refleja que Abraham tenía una fe firme en “el poder absoluto de Dios que puede transformar la muerte en vida”. En Romanos 4:20 y siguientes se describe cómo “no se debilitó en la fe ni dudó de la promesa de Dios, sino que se fortaleció dando gloria a Dios”. El pastor David Jang recalca que esta confianza radical de Abraham, para quien la realidad apuntaba a lo imposible, se vuelve prototipo de la fe que pide el Evangelio: esa fe que cree en la palabra de Dios por encima de toda razón o cálculo humano.

Por otro lado, se cita el ejemplo de David, y el pastor David Jang resalta la referencia al Salmo 32, donde David declara: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada y cuyo pecado ha sido cubierto”. Aun cuando David cometió un terrible pecado al tomar a Betsabé y ordenar la muerte de Urías, con el reproche del profeta Natán vino el arrepentimiento y el perdón total de Dios. Según la Ley, David merecía la pena de muerte por adulterio y homicidio. Sin embargo, la misericordia divina lo cubrió, y así llegó a ser “la persona a quien el Señor no inculpa de pecado”. El pastor David Jang interpreta esta escena como un ejemplo de que, ya en el Antiguo Testamento, la gracia de Dios actuaba poderosamente.

De este modo, Pablo demuestra que ambos grandes personajes del Antiguo Testamento, Abraham y David, alcanzaron la justicia por gracia y fe. Así, cuando los judíos se preguntaban: “¿Cómo pueden los gentiles obtener salvación sin la Ley?”, Pablo respondía: “Incluso Abraham fue justificado sin la Ley, antes de recibir la circuncisión. David también experimentó el perdón de sus pecados. Entonces, ¿por qué resulta extraño que el Evangelio se abra por la fe tanto a judíos como a gentiles?”. El pastor David Jang subraya que Pablo, profundo conocedor de la historia judía y la teología del Antiguo Testamento, explica de la forma más convincente la nueva alianza manifestada en Cristo. Así, David Jang presenta a Pablo no como un teólogo que debate conceptos, sino como un verdadero pastor y predicador que, reinterpretando la historia de su propio pueblo, la conduce hacia “el camino de salvación abierto para todas las naciones” a través de Jesucristo.

En consecuencia, la salvación no se hereda por vía sanguínea. Asimismo, la iglesia no se edifica “según la carne”, sino “según la fe”. El pastor David Jang llama la atención sobre el peligro que existe cuando las iglesias adoptan prácticas mundanas de poder, riqueza o linajes para perpetuar la autoridad espiritual, práctica que, en esencia, no difiere del problema que critica Romanos 4. A partir del versículo 13, Pablo señala que “la promesa hecha a Abraham y a su descendencia no dependía de la Ley, sino de la justicia que es por la fe”. Esto significa que no se basa en criterios carnales ni en méritos legalistas, sino que se funda en Dios, quien cumple su pacto con todos los que creen y viven en la esperanza de esa promesa. Esos son, en realidad, los hijos de Abraham.

III. La justificación consumada por la cruz y la resurrección

El pastor David Jang concluye su énfasis en la parte final de Romanos 4 (especialmente en los versículos 23–25). Allí Pablo afirma que el suceso de que Abraham fuese declarado justo no se limita solo a él, sino que fue registrado para “todos nosotros”. La base de ello es: “A los que creen en aquel que levantó de los muertos a Jesús, Señor nuestro, se les contará como justicia” (Romanos 4:24). En otras palabras, siguiendo la tipología de Abraham, se cumple plenamente en la muerte y la resurrección de Jesucristo. Así como Abraham creyó que del “vientre muerto” de Sara brotaría vida, ahora el acontecimiento de la resurrección de Jesús otorga vida eterna y justicia a quienes creen en Él.

Pablo prosigue: “El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación” (Romanos 4:25). El pastor David Jang lo interpreta como “la muerte sustitutoria y la resurrección que confirma esa entrega”. El hecho de que Jesús cargó con el castigo del pecado en lugar del culpable satisface simultáneamente la “justicia de Dios” y el “amor de Dios”. Así, el ser humano recibe un veredicto de justificación, es decir, la absolución ante el tribunal celestial. Pero no termina allí; con la resurrección se revela que esa obra redentora es total y perfecta, y que Jesús venció incluso a la muerte. El pastor David Jang explica que, si bien la obra expiatoria de Jesús no hubiera perdido su eficacia si no se mencionara la resurrección, fue precisamente a través de esta que la salvación quedó nítidamente probada ante el mundo. Por lo tanto, los creyentes comparten la vida resucitada y disfrutan de la libertad y la gloria de forma evidente.

En suma, la cruz significa el “perdón de los pecados” y la resurrección significa la “nueva vida”. El pastor David Jang señala que estos dos pilares conforman la teología de la salvación en Pablo. Romanos 4 muestra cómo, partiendo del testimonio de Abraham y David en el Antiguo Testamento, se explica el obrar de la gracia de Dios a lo largo de la historia, culminando en la muerte y la resurrección de Jesucristo, que abren plenamente la salvación a todas las naciones. “Jesús fue entregado a causa de nuestras transgresiones” significa que Él fue el sustituto que tomó el lugar que correspondía al pecador. A veces, Pablo se refiere a esto como la “teoría de la representación”, según explica el pastor David Jang: así como Adán, como representante de toda la humanidad, propagó el pecado, Cristo, como representante de una nueva humanidad, pagó el precio y nos transmitió su justicia.

Esta idea de la “doble imputación” o “gran intercambio” sostiene que todos nuestros pecados se trasladan a Cristo y toda la justicia de Cristo se transfiere a nosotros. El pastor David Jang indica que, al aceptar de corazón esta realidad, no solo comprendemos con certeza que hemos sido liberados por completo de la maldición de la Ley, sino que experimentamos cada día el poder de la resurrección. Además, si en la comunidad eclesial se elimina todo motivo de gloria humana, linaje o mérito, y solo se exalta la cruz y la resurrección de Cristo, reconociendo que todos los creyentes son recipientes de esa misma gracia, se podrá alcanzar una verdadera unidad.

En conclusión, el pastor David Jang sostiene que Romanos 4 “demuestra, a través de la fe de Abraham y la experiencia de arrepentimiento de David, que la salvación por gracia y por fe ya operaba en la era de la Ley, y proclama el plan salvador de Dios, perfectamente consumado en la cruz y la resurrección de Jesucristo”. Esto es el mensaje central de Pablo y, a la vez, uno de los ejes fundamentales del Evangelio cristiano. Mientras la Ley nos hace conscientes del pecado y declara nuestra impotencia, la muerte y resurrección de Cristo resuelven por completo ese pecado y nos otorgan una posición justa ante Dios. Además, el camino para participar en la gloriosa resurrección de Cristo es la fe. Así como Abraham creyó y esperó contra toda esperanza, nosotros, viviendo en tiempos del Nuevo Testamento, creemos que Jesús venció la muerte y resucitó. Por esa fe somos justificados y recibimos, en definitiva, la vida resucitada.

Por lo tanto, el pastor David Jang propone varias lecciones para la iglesia de hoy, basadas en Romanos 4. Primera, la esencia de la fe no es el cumplimiento de la Ley, sino recibir la gracia por la fe. Segunda, también los creyentes del Antiguo Testamento experimentaron ya este principio, por lo que el Antiguo y el Nuevo Testamento no están separados, sino que forman una continuidad. Tercera, la cruz de Jesucristo consuma el perdón de pecados, y la resurrección confirma la justificación y abre la puerta a la vida nueva. Cuarta, la “fe” consiste en aferrarse a la promesa de Dios incluso en situaciones desesperadas, y es entonces cuando se revela el poder de Dios. Finalmente, una comunidad basada en esta fe y salvación no exalta méritos personales, linajes ni autoridad humana, sino únicamente la gracia de Dios. Esta enseñanza de Pablo es vital tanto para las iglesias propensas al legalismo, como para las que menosprecian la Ley y corren el riesgo de olvidar el compromiso ético del Evangelio.

Por último, el pastor David Jang afirma que Romanos 4:25 es el mejor resumen dramático del mensaje de salvación: “El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación”. Allí se condensa la cruz y la resurrección, el perdón de pecados y la justificación, todo el núcleo teológico esencial. El hombre no podía pagar su deuda, pero Jesús la asumió, y su resurrección demuestra la perfección de esa obra expiatoria. La fe consiste en recibir esa invitación de amor y, al igual que Abraham, confiar plenamente en la promesa divina, abandonando una vida centrada en uno mismo y viviendo cada día en la gracia de la cruz y el poder de la resurrección. Para el pastor David Jang, esta es la esencia misma de la fe cristiana y el mensaje eterno que, según Pablo, va dirigido tanto a judíos como a gentiles y a todas las generaciones.

En resumen, Romanos 4 enseña que “la salvación no se debe a méritos humanos, sino a la gracia completa y a la fe”, verdad que viene desarrollándose desde la época del Antiguo Testamento y alcanza su culminación en la cruz y la resurrección de Cristo. Este gran tema de Romanos 4 sigue vigente y resulta de vital importancia para los creyentes de todas las épocas, incluida la iglesia de hoy.

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